
PRINCIPIO DE ORO
Nota introductoria:
Un principio que no se nombra entre los anteriores.
Un principio que rompe todos los principios,
que corre por otro camino
que no responde a teorías
ni se somete a marcos críticos.
Es el principio del gozo.
del impulso puro de cantar, de pintar, de bailar
por el mero placer de hacerlo.
sin buscar legitimación, sin pedir permiso,
sin rendir cuentas a nadie.
Un principio donde el arte no es para exhibirse,
ni para ser comprendido,
ni siquiera para transformarlo todo…
sino para sentirse vivo.
Porque quien ha tenido el privilegio
de encontrarse con el arte
—de verdad, de frente, de alma—
sabe que no hay éxtasis comparable.
sabe que hay algo sagrado en sentir que uno arde,
que se derrama por los poros, que existe con intensidad.
Este principio no requiere justificación,
sólo exige respeto a uno mismo y a los otros.
y se expresa en un acto profundo y simple:
crear por amor a la creación.
Así que, si alguna vez te has perdido en una melodía,
si tus manos se han manchado de color sin darte cuenta,
si tu cuerpo ha bailado, aunque nadie mirara…
ya eres parte de este principio.
Bienvenido/a.
Estás del lado de los que
sienten la vida desde lo inmaterial.
No todas las personas que sienten el arte desean entrar al circuito artístico. Hay quienes no buscan reconocimiento, ni exposición, ni técnica; solo experimentar el gozo de crear por el simple placer de hacerlo, como quien canta en un karaoke, aunque desafine, como quien baila sin ritmo, pero con alma, como quien pinta sin método, pero con emoción.
Este principio está dedicado a todas esas personas:
A quienes se acercan al arte no para transformarlo, sino para sentirse vivas.
A quienes no necesitan ser “buenos” en lo que hacen para disfrutarlo intensamente.
A quienes usan el arte como un lenguaje íntimo, personal, intransferible.
Y lo hacen con respeto, con ética, y sin dañar a nadie.
Todos caben en el mundo del arte. Nadie se escapa.
Aunque a veces pase desapercibido,
aunque algunos intenten cerrarle la puerta…
el arte encuentra su rendija, su grieta, su modo de entrar.
Este principio no exige trayectoria, ni intención estética, ni validez crítica.
Solo requiere una cosa:
¡¡¡Sentir profundamente!!!